24 de julio de 1998

Mercosur Cultural: Misiones Jesuiticas


Diseño: Eduardo Salgado.

Emisión conjunta con los países que integran el Mercosur, sobre el tema Misiones Jesuiticas.

Calera de las Huérfanas

Hacia mediados del siglo XVII, al norte del Río Negro, existían estancias jesuíticas que eran el sustento económico de las Misiones Jesuíticas Guaraníes ubicadas en Paraguay, Misiones y en Corrientes.

Ha mediados del siglo XVIII en el actual departamento de Colonia, (en la ruta 21, Km. 241), a unos diez kilómetros de Carmelo, existía una próspera calera y estancia jesuítica. Ubicada entre los arroyos de las Vacas y de San Juan, tenía una extensión de más de mil kilómetros.

Se estima que los jesuitas usufructuaban estas tierras desde el año 1738, con la finalidad de sustentar al Colegio de Belén y al Convento de San Telmo en Buenos Aires.

Los jesuitas se dedicaban a la explotación de la cal y de la madera, llegando a tener gran importancia en la industria de la construcción de la época abasteciendo a Buenos Aires. A ello agregaban actividades ganaderas introduciendo ganado de Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Buenos Aires.

Cuando los Jesuitas fueron expulsados en 1767, el gobierno colonial nombró a Don Juan de San Martín, padre del héroe argentino José de San Martín, a cargo de la estancia. Diez años después, las Hermanas de la Caridad se mudaron allí desde Buenos Aires y establecieron un refugio para huérfanas. De allí su actual nombre.
 Arquitectura:

En la década de 1740 se realizaron la mayor parte de las construcciones de la calera. No se conoce con certeza el nombre del arquitecto de la misma, pero se presume que fue José Schmidt.

Al momento de la expulsión de los jesuitas, la calera tenía una capilla de medianas dimensiones, una construcción con las habitaciones de la estancia, un molino de paredes de ladrillo y techo de paja, un conjunto de veintidós ranchos para los negros casados y de los ˜indios conchabados˜, cuatro hornos grandes, dos para elaborar la cal y dos para tejas y ladrillos ; también disponían de dos corrales para el ganado.
En cuanto a la Capilla, podemos decir que fue la más importante construcción religiosa en nuestra campaña. Sus muros perimetrales, opacos, delimitan claramente el espacio sagrado separándolo de la profana luz del día. Una serie de arcos dispuestos longitudinalmente conforman los nichos rectos, que contribuyen a animar la superficie de las parámetros internos. Puede presumirse que la cubierta estaba constiuída por una bóveda de cañón, ya que aún se observa su arranque y el nacimiento de los arcos torales, soportados por los gruesos pilares salientes que presenta el muro. El atrio conmueve en una particular sensación espacial provocada por las proporciones del conjunto subrayada por la presencia focal del retablo en el altar.

Fue declarada Monumento Histórico Nacional el 24 de agosto de 1976.

(Información suministrada por el Ministerio de Eduación y Cultura,
Comisión del Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Nación
publicada por el Correo Uruguayo).